martes, 26 de octubre de 2010

BOLAÑOMANÍA



Hace unos años, a raíz de la traducción de Los detectives salvajes de Roberto Bolaño al sueco, le escribía a mi amigo Jorge Gómez Jiménez, diciéndole que esperaba que ése fuera el inicio de la “bolañomanía" en Suecia. La publicación de Los detectives por la pequeña pero muy renombrada editorial Tranan, en la soberbia traducción de Lena E. Heyman, había recibido excelentes críticas y las expectativas del público de saber más sobre Bolaño hicieron pensar que pronto veríamos más títulos del escritor chileno en las librerías suecas.

 Lo cierto es que tuvieron que pasar dos años antes de que Tranan lanzara otra novela de Roberto Bolaño. Esta vez fue Nocturno de Chile que se dió a conocer en sueco, de manos de la misma traductora. Y si bien la crítica volvió a elogiar con entusiasmo la calidad del texto, el éxito de ventas fue muy limitado.

Portada de Los Detectives Salvajes en sueco
La historia de la publicación de Bolaño en sueco tiene que ver con la historia de la editorial Tranan. Fundada en 1997 por el ex-profesor y experto en cooperación internacional Styrbjörn Gustafsson, la editorial tuvo como objetivo dar a conocer en Suecia la literatura del llamado Tercer Mundo. Es decir, en un mercado saturado de las novedades anglosajonas, el esfuerzo de Tranan de introducir literatura de calidad del ámbito no-europeo fue cálidamente acogido por los críticos y la intelectualidad sueca en general. Pero no es fácil sobrevivir con sólo buenas intenciones y la situación de Tranan es un testimonio de ello. Aunque los textos publicados suelen recibir excelentes críticas y aparecer en las listas de recomendados de los suplementos culturales de los periódicos, las ventas suelen ser limitadas. Cuentistas vietnamitas, novelistas hindúes, ensayistas mexicanos: Tranan apuesta a la calidad, pero esa apuesta raras veces hace ricos a los editores.

En el caso Bolaño, Tranan tuvo el coraje de lanzar Los detectives salvajes, una gruesa novela (más de 700 páginas) de un – hasta entonces – desconocido escritor chileno, plagada de referencias políticas e históricas locales y guiños literarios muy difíciles de traducir. Este hecho es muy meritorio, pero el problema es que este proceso, desde la adquisición de derechos hasta el lanzamiento del libro al mercado –ya de por sí largo para muchas editoriales- para las editoriales independientes suele resultar extremadamente largo. Tranan tardó tres años desde la decisión del lanzamiento de Los detectives salvajes, hasta que el libro llegó al mercado. Afortunadamente, la Agencia Leonahrdt & Höjer, que en ese entonces poseía los derechos de los libros de Bolaño, no tuvo objeciones al proyecto.

 El forcejeo por 2666


Portada de 2666 en sueco
 Pero el libro más esperado de Bolaño era, sin duda, 2666, su novela póstuma. A mediados del 2009 Lena E. Heyman ya había iniciado el proceso de traducción al sueco y la editorial Tranan esperaba solamente el visto bueno de Wylie Agency (actual poseedora del derecho de venta de las obras de Bolaño) para lanzarla al mercado. La sorpresa fue que la nueva agencia, a espaldas de Torbjörn Gustafsson, había contactado a la editorial sueca más poderosa, Albert Bonniers förlag (1), para ofrecerle los derechos de 2666 y otras obras del mismo autor. Bonniers aceptó inmediatamente y anunció repentinamente la pronta aparición de 2666 bajo su sello editorial. Esta circunstancia despertó una gran polémica en el ámbito editorial sueco, dado que, hasta ese momento, un autor “pertenecía” a la editorial que lo había “descubierto”. Es decir, cuando una editorial pequeña como Tranan había asumido el riesgo de publicar a un autor de calidad pero desconocido para el público sueco, y había logrado un éxito con su lanzamiento, el llamado “código de honor” editorial estipulaba que ese autor debía seguir perteneciendo a Tranan, aunque desde el punto de vista legal el negocio era correcto.

El suceso generó un debate entre Gustafsson, quien calificó el hecho de “robo, al menos en sentido moral” ya que nunca había “perdido” a un escritor de esa manera, y Stephen Farran-Lee, editor de Bonniers, quien respondió que este procedimiento no era nuevo en el mundo editorial y que él respetaba el derecho de los sucesores de Bolaño, quienes prefirieron una editorial establecida para la difusión de la obra del escritor chileno. Finalmente, los ánimos se caldearon, Gustafsson aceptó los hechos (reconociendo que su editorial no tenía la capacidad económica para mejorar la oferta de la competencia) y 2666 se publicó finalmente a través de Bonniers, quienes, afortunadamente, tuvieron el tino de contactar a Lena Heyman, quien ya tenía la traducción muy avanzada.

2666 acaba, entonces, de aparecer en sueco y la recepción no pudo ser más elogiosa. Los críticos han puesto por las nubes la obra magna de Bolaño, calificándolo de obra maestra, innovadora, inolvidable. El crítico literario Fabian Kastner del Svenska dagbladet (uno de los dos matutinos más importantes de Suecia) concluye su reseña diciendo: “Después de haber leído atropelladamente todo el libro en menos de una semana, puedo solamente dar cuenta de mis impresiones más inmediatas: una sensación casi religiosa de haber experimentado algo regocijante, asombroso, casi sublime”. Jonas Thente, crítico del Dagens Nyheter (el otro matutino) y temprano admirador de la obra de Bolaño, no había podido esperar a la traducción del sueco y ya en el 2009 había reseñado la traducción al inglés de 2666, diciendo que su lectura lo había sumido en un “estado agudo de felicidad”. El comentario más corto, y quizás el más certero, de 2666 fue el del crítico Nils Schwartz: “ difícil de resumir, imposible de olvidar”.

Esperemos que la “bolañomanía” que tan agudamente afecta a críticos y escritores suecos, afecte con la misma intensidad al público lector. Y que nadie se olvide que el vaticinado éxito de ventas de 2666 se deberá, en mucho, al esfuerzo pionero de Styrbjörn Gustafvsson y de la Editorial Tranan.
Ilustración de Stefan Malmquist

Nota: 
(1) Albert Bonniers Förlag, fundada en el año 1837, es una de las editoriales más antiguas y renombradas de Suecia. En la actualidad, publica unos 150 títulos y unas 80 reimpresiones por año, en las categorías prosa, poesía y literatura especializada. Es la más importante del país de libros de ficción.

domingo, 17 de octubre de 2010

ARGENTINA: CULTURA EN MOVIMIENTO Feria del libro de Frankfurt 2010



La primera impresión que se tiene llegando a la ciudad de Frankfurt es la de una ciudad supermoderna: altísimos rascacielos, boutiques de lujo, restaurantes de calidad y elegantes hombres y mujeres que pasean por las calles disfrutando de un notorio bienestar. Y es que la ciudad de Frankfurt am Main se ha transformado actualmente en una de las ciudades más importantes de Europa. El skyline del distrito financiero, sede del Banco Central Europeo, poco tiene que envidiarle al de Nueva York (lo que le ha valido a la ciudad el apodo de “Mainhattan”). A esto hay que agregarle un aeropuerto enorme (el más grande de Europa y el que ve pasar la mayor cantidad de viajeros, después del de Heathrow), una floreciente industria editorial y un centro de exposiciones monumental donde, entre otras cosas, todos los años se celebra la famosa Feria del libro durante unos días del mes de octubre.

Sin embargo, la ciudad de Frankfurt tiene una larga historia que se inicia en la época en que, como provincia romana, se la llamó Germania Superior. Para la historia de la literatura, Frankfurt se recordará siempre como la cuna de Johann Wolfgang von Goethe, quien nació en esta ciudad un día de agosto de 1749. Fue también en esta ciudad que el célebre poeta, novelista y dramaturgo alemán, a los 25 años de edad, escribió Las penas del joven Werther, la obra más representativa del Sturm und drang, movimiento cultural que inició la etapa romántica en la literatura, la cultura y la filosofía alemana del S. XVIII.

Hoy día, en octubre del 2010, Frankfurt está en la mira del ámbito de la cultura a través de la Feria del Libro, evento que atrae, durante cinco días, cerca de 300 000 visitantes, 150 000 editores y 12 000 periodistas del mundo entero. La Feria es, en realidad, un evento dedicado a la industria en torno al libro antes de su difusión al lector. Editores, traductores, agentes, escritores, libreros, distribuidores, gestores culturales, se reúnen durante unos pocos pero intensivos días para establecer contactos, comprar o vender derechos, ofrecer o recibir ofertas de traducciones, firmar convenios de cooperación, establecer un vínculo con un agente, un escritor o un editor. Los stands de las distintas editoriales sirven de marco para las negociaciones, y los relativamente pocos libros que los adornan están en exhibición y no a la venta. Durante los tres primeros días, la Feria recibe exclusivamente a la gente del gremio. Recién el fin de semana se abren las puertas al público en general, y algunas de las editoriales ponen a la venta los libros. Es decir: más negocios que evento cultural.

Cultura en movimiento

Esta definición, sin embargo, a pesar de no ser incorrecta, es quizás un poco injusta. La realidad es que, a la par de las reuniones de negocios, se realizan constantemente actividades de carácter literario y cultural que atraen tanto a los profesionales como a los aficionados al libro, la lectura y la cultura en general. El acontecimiento más importante cada año es, sin duda, la presentación del país invitado de honor y las actividades en torno a ese pabellón.

Este año, y con motivo del bicentenario que se celebra en varios países de América Latina, la elección recayó en la Argentina. El país del sur tuvo la oportunidad de estar en la mira y de atraer a los visitantes mostrando lo más representativo de la cultura nacional. Y se notó que la Argentina asumió este desafío con entusiasmo.  “Argentina: cultura en movimiento” fue el lema elegido y que intentó reflejar el dinamismo intelectual que es esencia misma del pensamiento crítico y la creación artística del país durante los doscientos años que han pasado desde la independencia de la corona española hasta el presente.

La preparación para la participación en la Feria del Libro de Frankfurt no escatimó recursos. El gobierno argentino, a través del COFRA (Comité para la participación de la Argentina como país Invitado de Honor en la Feria del Libro de Frankfurt), grupo constituido en la Cancillería argentina, creó el llamado Programa Sur en apoyo a la traducción y difusión de obras representativas del pensamiento y la creación artística argentina. Los 20 subsidios que se dispuso otorgar inicialmente se mostraron pronto insuficientes. El número se fue ampliando a medida que nuevas propuestas arribaban. El interés de escritores, traductores y editores en participar del proyecto parecía no tener fin. El número de subsidios se aumentó rápidamente a 100, pero luego de ocho meses, el cupo ya estaba cubierto y las solicitudes seguían llegando. Finalmente se otorgaron no menos de 291 subsidios, que dieron como fruto la traducción de no menos de 237 autores argentinos, a publicarse en 37 países en 32 idiomas diferentes (1), con un presupuesto de 800 000 dólares. Las cifras hablan por sí solas. Ésta fue una apuesta sin precedentes, y benefician sin duda tanto a los autores y al equipo en torno a la producción de los libros, como a los lectores que se beneficiarán por el acceso a los textos.

El pabellón argentino atrajo numerosos visitantes durante los cinco días que duró la Feria. En su mayoría, público de habla hispana, pero también algunos representantes del público local, quienes pudieron participar de las diversas actividades culturales (mesas redondas, lecturas, presentaciones de libros, etc) gracias al eficiente servicio de traducción simultánea que ofreció la Feria. La lista de representantes de la literatura y la cultura argentina en Frankfurt fue nutrida y abarcadora, aunque nos hubiera gustado ver más representantes de las más jóvenes generaciones literarias del país. Entre las escritoras presentes se destacaron Luisa Valenzuela, Ana María Shua, Elsa Osorio, Claudia Piñeiro, Tamara Kamenszain, María Negroni y Diana Bellesi. Entre los escritores, la figura de más convocatoria fue la del reciente Premio Cervantes, el poeta Juan Gelman. Otros apreciados participantes fueron Mempo Giardinelli, Alan Pauls, Federico Jeanmarie, Ariel Magnus, Martín Kohan y Guillermo Martínez. María Kodama atrajo una gran cantidad de oyentes, y muchos se sintieron atraídos por la fantástica interpretación de los tangos de Discépolo de Lidia Borda y su quinteto, un toque infaltable en la presentación de la cultura argentina.

Exhibición más que debate

Y a pesar de la calidad de los escritores presentes, el nivel de las participaciones en las distintas actividades culturales fue, con excepciones, bastante pobre. Desgano, algunas ausencias, ciertas fallas de coordinacion en los horarios, un discurso excesivamente académico en unos, un ego demasiado notable en otros; en resumen: faltó esa fascinación que a veces despierta en el público una figura carismática o un encendido debate literario. Al parecer, las objeciones que el escritor Andrés Rivera adujo para no participar en la Feria (a pesar de haber sido invitado oficialmente) estuvieron bastante cercanas a la realidad: “Los escritores argentinos nos hemos puesto muy pacíficos, no tenemos nada para discutir, si usted lo prefiere, nada para enfrentarnos, nada para polemizar”. La característica de muchas mesas y debates en Frankfurt fue justamente la ausencia de debate. Quizás fue el hecho de representar al país frente a un público fundamentalmente europeo que limitó el desarrollo de las polémicas o el debate cultural profundo que sin duda acontece dentro del país. La cultura “en movimiento” que se anunciaba en el eslogan pareció tomarse un descanso durante estos días.

La organización, sin embargo, fue muy satisfactoria. La presencia argentina fue generosa con el reparto gratuito de varios volúmenes muy interesantes (una antología de la poesía argentina, una antología del cuento argentino, una antología de ensayos, una traducción bilingüe de textos de tangos de Discépolo, un informativo catálogo bilingüe con presentación de la delegación argentina, etc.), además de variado material que parecía no acabarse nunca (bolsas de cartón, señaladores, afiches, postales). El interés del público, sin embargo, se enfrentó con la pertinaz decisión de los organizadores de no vender ninguno de los volúmenes que adornaban los stands de la delegación y de las editoriales argentinas. Las restricciones, por supuesto, no surtieron efecto. Los libros, de a poco, iban desapareciendo. Cuando el estudioso Jorge Monteleone terminó de presentar su hermosa y gruesísima antología (200 años de poesía argentina, editorial Alfaguara), debió confesar, consternado, que los cinco ejemplares que la editorial había traído y puesto en exposición habían sido robados. ¿Quién dijo que la poesía no atrae?

El cierre de la Feria tuvo, para concluír, un cierto toque mágico. En la tradicional ceremonia de cierre, donde el país invitado del año le pasa el testimonio al país que protagonizará el evento al año siguiente, se hizo presente el espíritu del escritor que quizás represente mejor la argentinidad, por lo menos a los ojos del mundo. Islandia, el país de las sagas tan amadas por Jorge Luis Borges, será el invitado de honor de la Feria del libro de Frankfurt el año próximo.



Nota:

(1) Estas 291 obras se publicarán en 37 países: Alemania, Italia, Francia, Brasil, EEUU, Reino Unido, Israel, Suiza, Holanda, Bulgaria, Federación Rusa, Austria, República Checa, Rumania, Portugal, Egipto, Grecia, Polonia, Canadá, Ucraina, Vietnam, Tailandia, Malasia, Hungría, Georgia, Turquía, Croacia, Serbia, Japón, Bélgica, Eslovenia, Noruega, Suecia, Corea del Sur, Armenia, República Popular China y Macedonia. Las publicaciones difundirán las obras argentinas en 32 idiomas: alemán (77 títulos), inglés (37), italiano (33), portugués (24), francés (23), hebreo (14), holandés (10), búlgaro (9), ruso (7), checo (6), rumano (6), griego (5), árabe (5), polaco (5), ucraniano (4), vietnamita (3), croata (2), georgiano (2), húngaro (2), malayo (2), serbio (2), tailandés (2), turco (2), armenio (1), eslovaco (1), coreano (1), esloveno (1), japonés (1), macedonio (1), mandarín (1), noruego (1) y sueco (1).

Las obra aprobadas (algunos títulos fueron traducidos a varios idiomas) comprenden: 162 novelas, 25 libros de poesía, 23 libros de cuentos, 7 antologías, 7 obras de dramaturgia (en total 20 obras), 7 libros de historietas, 7 ensayos histórico-políticos, 6 ensayos, 5 novelas infanto-juveniles, 5 obras de literatura infantil, 3 autobiografías, 3 crónicas, 3 libros de crítica literaria, 3 obras de literatura fantástica, 3 de ficción periodística, 3 relatos cortos, 2 crónicas de viajes, 2 de divulgación, 2 de investigación periodística, 1 de cultura culinaria, 1 de investigación periodística, 1 de memorias, 1 ensayo de economía, 1 nouvelle, 1 relato testimonial, 1 de narrativa infanto-juvenil y de testimonios infantiles, 1 de microrelatos, 1 narrativa completa y 1 antología poética y de cuentos.

Si bien hubo una importante edición de autores clásicos del siglo XIX y XX, la gran mayoría de los autores publicados están vivos (182 de total 237). En su gran mayoría, viven en la Ciudad o en la provincia de Buenos Aires, pero hay también representantes de las demás provincias argentinas. Algunos de estos escritores han vivido o viven en el exterior, 31 de ellos han sido exiliados y uno de ellos, Rodolfo Walsh, fue desaparecido durante la dictadura militar.

Los escritores más traducidos son los siguientes: Jorge Luis Borges, Julio Cortázar, Adolfo Bioy Casares, César Aira, Ricardo Piglia, Rodolfo Walsh, Pablo de Santis, Claudia Piñeiro, Alan Pauls, Ariel Magnus, María Rosa Lojo, Sergio Bizzio, Liliana Bodoc, Mempo Giardinelli, Liniers (Ricardo Siri) y Guillermo Martínez.

Dentro de este trabajo de difusión debe mencionarse la colaboración de las Cámaras de editores argentinos y, en especial, las Representaciones Diplomáticas y Consulares argentinas en el exterior para la difusión de la convocatoria del Programa Sur.

(Información tomada de: Argentina: cultura en movimiento/ Culture in motion/ Kultur in Bewegung, volumen de presentación de la participación argentina en Frankfurt. Ministerio de Relaciones Exteriores, Comercio Internacional y Culto, Presidencia de la Nación, República Argentina)

domingo, 3 de octubre de 2010

África tiene la palabra. Feria del libro de Gotemburgo 2010

Afrika har ordet: Africa tiene la palabra


El stand de Letonia, completamente construido en cartón
La Feria del Libro de Gotemburgo no deja de sorprender. Se inició en el año 1985 e inmediatamente atrajo a 5 000 personas. En la actualidad, con más de 100 000 visitantes, es la Feria más importante de los países nórdicos y la segunda en importancia en Europa, luego de la de Frankfurt. A pesar de estos méritos, hasta hace apenas unos años sus organizadores se aferraban a lo cercano y abarcable, y entre los países invitados figuraron Lituania (2005), Estonia (2007) y Letonia (2008). El año pasado, de pronto, soplaron vientos de renovación y el tema elegido fue España y la literatura en lengua española. Esta elección inusual generó nerviosidad en los amantes del orden de este país escandinavo. Tener como invitado al mundo literario peninsular era relativamente fácil de organizar, pero si de pronto había que incluír a una enorme cantidad de escritores de América Latina, la cosa se complicaba notablemente. A pesar de los interrogantes generados, la muestra resultó exitosa y muchos de los escritores que más llamaron la atención llegaron del ámbito latinoamericano. Escritores que, sin embargo, tuvieron que dedicar mucho de su tiempo a explicar que en realidad no existe “la” literatura latinoamericana sino “las” literaturas latinoamericanas.

Editorial Weyler
Después de esta especie de cóctel literario podríamos creer que los organizadores de la Feria pensaban calmarse y retornar a lo conocido y manejable.  Pero el tema de este año resultó aún más arrojado: África. África, ese continente magnífico e inabarcable, con su diversidad de culturas, idiomas y expresiones artísticas. ¿Cómo resumir y organizar una muestra representativa de este espacio literario tan poco explorado para el ojo europeo? Si tenemos en cuenta factores como la fuerte tradición oral, la diversidad de idiomas y dialectos a lo largo del continente, la carencia de editoriales africanas de peso, los pocos textos traducidos y la dificultad de muchos escritores de lograr difusión internacional, el tema era un desafío. Y sin embargo, el éxito fue rotundo.

Claro que afloraron una serie de críticas, en su mayoría muy justificadas. Se criticó a los organizadores de intentar simplificar la diversidad africana para adaptarse a la mirada europea; al exotismo como forma de abordaje de lo diferente; a la actitud paternalista para con los creadores del continente africano, etc. Por supuesto que todos estos son riesgos latentes, y el cuestionamiento de las formas de abordaje a la literatura africana debe mantenerse vivo, pero la curiosidad intelectual, la alegría de conocer escritores y textos de un continente aún inexplorado fue más grande. 70 escritores provenientes de 28 países africanos visitaron la Feria y participaron en charlas, mesas redondas, seminarios, presentaciones de libros, entrevistas y – no menos - en fiestas y homenajes durantes cuatros intensos días. El otoño sueco se vistió de fiesta.
El éxito de estos días de intensiva exposición mediática fue posible gracias al trabajo incansable de varias personas que realmente hicieron su trabajo con entusiasmo y alegría, entre ellos Carin Norberg, la directora del Instituto Nórdico Africano (Nordiska Afrikainstinstitutet) y el editor sueco Svante Weyler, dueño de la editorial del mismo nombre. La presencia de África en Gotemburgo se hizo posible gracias a la colaboración del mencionado Instituto, los editores suecos y africanos, la asociación sueca de escritores (Sveriges författarförbund) y, sobre todo, gracias al financiamiento de SIDA, el órgano sueco de cooperación internacional y desarrollo. El aporte de las editoriales que decidieron publicar traducciones de una gran cantidad de escritores africanos fue fundamental y dará seguramente frutos en el futuro.

Africanos en la diáspora

Entre los escritores africanos presentes se destacó, naturalmente, la presencia de la escritora sudafricana Nadine Gordimer, Premio Nobel de Literatura 1991, quien inmediatamente dió muestras de protagonismo y coraje político llevando la iniciativa de una proclama donde se critican las nuevas leyes del gobierno sudafricano que coartan la libertad de expresión en el país. Otros destacados participantes de la Feria fueron la egipcia Nawal al- Saadawi y el mozambiqueño Mia Couto.

Alain Mabanckou
Si bien es siempre interesante escuchar a figuras de renombre y trayectoria como las mencionadas, lo más reconfortante de la Feria fue, a nuestro entender, la visita de los más jóvenes y menos conocidos representantes de la literatura del continente africano que, dando muestras de vitalidad, alegría y madurez, se concentraron en los aspectos positivos de dar a conocer su literatura al mundo, sin lamentos ni quejas por las dificultades experimentadas durante el camino. Uno de los escritores más carismáticos presentes en Gotemburgo fue sin duda el congolés Alain Mabanckou, nacido en 1966 en Point Noire, Congo Brazaville, y actualmente profesor de Literatura francesa en la Universidad de California. Mabanckou, residente en Los Angeles desde 2002, es autor de cinco novela, seis libros de poesía y numerosos relatos aparecidos en diversas publicaciones en francés.

Mabanckou presentó en Gotemburgo la traducción al sueco de su libro Memorias de un puercoespín, donde retoma la tradición africana que sostiene que todo ser humano tiene a un animal como doble. La voz narradora la lleva un simpático puercoespín, a quien le ha tocado la buena o mala suerte de ser el doble de un malandrín, hijo de un carpintero, cuya vida va barranca abajo. El relato, enriquecido por el humor y la distancia de la perspectiva animal, es una reflexión sobre la naturaleza del ser humano, con sus limitaciones y sus torpes intentos de encontrarle sentido a ese corto período sobre la tierra que denomina vida. La novela, pese a su tono juguetón, no carece de peso y en muchas reflexiones que espontáneamente despiertan una sonrisa se ocultan temas de gran profundidad.

Petina Gappah
Otra figura destacada entre los muchos escritores africanos que visitaron la Feria fue la zimbabwense Petina Gappah, quién presentó su libro Lamento por Easterly, una serie de cuentos que nos introducen en la vida cotidiana de la Zimbabwe de Robert Mugabe. Gappah, al igual que Alain Mabanckou y muchos otros escritores jóvenes africanos, ha vivido gran parte de su vida fuera de África. Nacida en 1971 en Zambia, creció en Zimbawbe y es abogada con examen en Cambridge (Gran Bretaña), Graz (Austria) y en la Universidad de Zimbabwe. Petina Gappah vivió hasta este año (en que retornó a Harare) en Ginebra, Suiza, donde se desempeñó como abogada con especialización en transacciones comerciales con los países en desarrollo. Además de su trabajo como abogada, Gappah escribe crónicas en el periódico sudafricano Sunday Times y lleva un blog muy visitado. Lamento por Easterly es su debut como escritora, y ha recibido premios (Guardian first book Award, otorgado por el periódico británico The Guardian), elogios de la crítica y el aprecio de una gran cantidad de lectores.  


Éstos son solamente dos ejemplos de la pluralidad de escritores que visitaron la Feria, y a ellos se pueden agregar figuras como Nuruddin Farah (Somalia), Maissa Bey (Argelia), Shailja Patel (Kenia), Ondjaki (Angola) y otros. Sin dudas es imposible resumir a todo un continente, compuesto por 53 países con más de mil lenguas, en apenas unos días. El esfuerzo, sin embargo, ha rendido frutos en el interés creciente de los lectores y de todos los que nos acercamos a la literatura africana con curiosidad, interés y deseos de difundirla.