lunes, 21 de agosto de 2017

Doce cielos: una ventana abierta a otros mundos

Cuando en mi juventud (allá lejos y hace tiempo, como diría mi compatriota Guillermo Enrique Hudson) decidí estudiar literatura en la universidad, fue el deseo de leer y profundizar la obra de escritores de distintas partes del mundo uno de los motivos fundamentales de mi decisión. El acceso a diferentes culturas a través de la literatura siempre me ha parecido fascinante.

Años después entendería que mi idea en ese entonces de lo que ”literatura mundial” significaba, era - para decirlo con benevolencia - ingenua. Lamentablemente, el programa de estudios que la carrera ofrecía coincidía con esa visión limitada del mundo: luego de una serie de materias introductorias, los estudiantes debíamos profundizar fundamentalmente las literaturas de lengua hispana (Literatura española, iberoamericana y argentina). En lo que a  ”literatura mundial” se refería, tuvimos la oportunidad de familiarizarnos en la literatura francesa, italiana, alemana e inglesa y norteamericana. Estudiamos minuciosamente la obra de escritores apasionantes, que aún aprecio: Rilke, Joyce, Proust, TS Eliot, Faulkner, Pirandello, por nombrar sólo a algunos. Como detalle interesante podría agregar que el programa de estudios incluía cuatro cursos anuales de Lengua y literatura latinas y Lengua y literatura griegas, donde año tras año, los estudiantes luchamos heroicamente hasta dominar las declinaciones y los modos verbales tanto de la lengua de Virgilio como la de Homero. Apasionante, y personalmente, no me arrepiento de un solo minuto dedicado a esta labor. Pero esta selección refleja sin duda los valores que un país al confín del continente sudamericano, a finales de los años 70, y sumergido en una dictadura militar sangrienta y despiadada, consideraba fundamentales.



Víctor Hugo, Federico García Lorca, Jules Verne y León Tolstoy



¿Resultado? Luego de casi cinco años de estudios y con un título universitario en la mano, mi ignorancia acerca de la literatura mundial seguía siendo notable. Con la excepción de la lectura privada de los grandes maestros rusos, mi mundo literario de referencia era fundamentalmente occidental, cristiano, blanco y masculino. ¿Qué sabía yo de literatura china, por ejemplo? Una cultura milenaria, el país más poblado del planeta. ¿Qué sabía de otras literaturas asiáticas: literatura japonesa, o literatura coreana por ejemplo? Ni que hablar de las literaturas del continente africano, que aún hoy imaginamos como un conglomerado sin distinción de países. ¿Qué sabía yo de literatura egipcia, congolesa, sudafricana? ¿Y de literatura hindú? ¿Y la de las culturas del Pacífico? ¿Y la literatura árabe? ¿Y la literatura persa? En fin. Aún hoy día, nuestra ignorancia es masiva, y los tesoros por descubrir, inagotables.


La torre de Babel, óleo de Pieter Brueghel el Viejo
Por suerte, con los años crece también la certeza de que los títulos universitarios pueden ser útiles en el mercado laboral, pero que poco dicen de la cultura general de las personas que los ostentan. Hoy día, gracias a la labor indispensable de los traductores, podemos acceder a muchos y excelentes representantes de la literatura mundial en su sentido más vasto. La obra de escritores como, por ejemplo, Orhan Pamuk o Chimamanda Ngozi Adichie, nos abren una ventana a la vida y la cultura de países - desde nuestro punto de vista – remotos, como Turquía o Nigeria. Todavía falta mucho por difundir, pero el tema de las editoriales y el mercado siguen definiendo a cuál literatura tenemos acceso y a cuál no.

Sorpresas

De vez en cuando, sin embargo, nos llega una sorpresa agradable y, como siempre, de la mano de una pequeña editorial independiente. A fines del año pasado, preparándome para una viaje a Nueva Zelanda, país para mí remoto y fascinante y del cual poco sabía, intenté acceder a la literatura local. Los resultados fueron, obviamente, extremadamente pobres. Uno o dos títulos de novelas realizadas en el cine fue todo lo que encontré en castellano. Recurriendo al inglés, la cosa fue mucho más fácil, por supuesto. De esa manera entré en contacto con dos escritores maravillosos: Patricia Grace y Hone Tuwhare. Sin detenerme en detalles (cada uno de estos autores merecería más tiempo y atención) pude sin embargo constatar que ambos escritores pertenecen o pertenecieron (Tuwhare falleció en el 2008) al pueblo maorí, los habitantes originarios de Nueva Zelanda, o Aotearoa, como las islas son denominadas en ese idioma.

(Aotearoa significa en idioma maorí ”tierra de las grandes nubes blancas”, lo cual resulta mucho más atrayente que el nombre actual y más conocido de Nueva Zelanda, acuñado por los cartógrafos holandeses, quienes llamaron a estas islas Nova Zeelandia, en honor a la provincia holandesa de Zeeland, (en español, Zelanda). Aotearoa es, junto con la denominación New Zealand, nombre oficial del país).


Whakatane, Bay of Plenty

Lo interesante de estos dos autores es que ambos, a pesar de su pertenencia al pueblo maorí y su fuerte identificación con esta cultura, escriben en inglés. Los dos también han tocado el apasionante tema de las relaciones entre lenguaje, cultura, identidad y poder, que también dejaremos para otra oportunidad. En todo caso, si bien ambos abren una ventana al mundo maorí, y de una manera excepcional, el lenguaje de representación es todavía el del colonizador. Mi inquietud seguía en pie: ¿cómo acceder a los escritores en lengua maorí? No tenía ninguna esperanza de hallar material accesible, por lo menos en castellano.

Hasta que un día, gracias a las conexiones infinitas de la red, llegó a mi conocimiento la existencia de la antología Twelve heavens/ Ngā rangi tekau-mā-rua/ Doce cielos. A trilingual anthology of Māori poetry. Este fantástico proyecto recoge textos de ocho poetas de origen maorí, presentados en idioma maorí, inglés y español, con ilustraciones del renombrado artista y activista Tame Iti, también de origen maorí. Nada en este libro tiene desperdicio: conocer la labor de la editorial, Letras Latinas Publishing House, entender el porqué del título del libro, leer la introducción, disfrutar de las ilustraciones y sumergirse en los textos de los poetas antologados, nos abren las puertas a un mundo desconocido y fascinante.

Primero unas palabras sobre la editorial. Letras Latinas Publishing House, fundada en el 2014, es parte de la organización ALAC (Auckland Latin American Community Inc). Fundada en 1993, ALAC tiene como objetivo contribuir al bienestar de la comunidad latinoamericana en Auckland fundamentalmente en tres áreas: servicios sociales, cultura y educación. En 1994 se establece el centro cultural Casa Latina en Onehunga, Auckland. Hoy día, si bien el área de servicios sociales es la actividad preponderante de la organización, sus aportes al desarrollo y difusión de la cultura latinoamericana en Auckland es apabullante. Uno de los aportes fundamentales a esta labor es la apertura de la Biblioteca Letras Latinas en el 2006, con una nutrida colección de literatura latinanoamericana (ficción, no ficción, literatura infantil, diccionarios, etc). Esta biblioteca, bajo la dirección de Mirtha Álvarez, uruguaya asentada en Auckland, es la única en su género en el país. Además de ofrecer los volúmenes en préstamo, la biblioteca organiza varios Club del libro y otras actividades, tanto para los adultos como para los niños de la comunidad latinamericana en Auckland y regiones aledañas. La gama de actividades culturales, sin embargo, no se limita a la literatura, sino que abarca grupos de danza, talleres de música, centro de arte, festivales, obras de teatro, Cine Club, página en Facebook, etc.


 Doce cielos

Desde su título, este volumen trilingüe de poesía nos sumerge en el mundo de la cosmología maorí. El concepto de doce cielos proviene de la leyenda que dice que existen doce niveles en el cielo, cada uno de ellos habitado por una deidad específica. El exterior es la morada de Io, el Ser Supremo, mientras que el más cercano a nosotros es el cielo que contemplamos todos los días. Es además la morada de Ranginui (Rangi), el Padre Cielo, quien junto con Papatuanuku (Papa), la Madre Tierra, ha engendrado a la humanidad. La palabra Rangi significa en idioma maorí tanto cielo como la deidad que lo personifica.

Este volumen reune la obra de ocho poetas de origen maorí: cinco mujeres (Ngatai Huata, Kiri Piahana-Wong, Iriaka Stevens, Tracey Tawhiao y Kirsten Te Rito) y tres hombres (Isaac James Bishara, Vincent Olsen-Reeder y Vaughan Rapatahana). La selección  intenta reflejar, en la medida de lo posible, la diversidad, en cuanto a sexo, edad, profesión y voz poética.



Te Puia, Rotorua
Un aspecto interesante a tener en cuenta antes de sumergirse en cualquier tipo de lectura, es reflexionar sobre qué expectativas el texto genera en nosotros como lectores . En realidad, en el mejor de los mundos, lo ideal cuando uno lee poesía es iniciar la lectura como una ”tábula rasa”, sin preconcepciones ni expectativas. Dejar que los textos hablen y estar abierto a lo que quieran comunicar. Pero en este caso, lo cierto es que mi expectativa era leer poesía proveniente de una cultura sobre la cual quería saber más. ¿Qué esperaba entonces? ¿Temas indígenas? ¿Maoríes? ¿La reivindicación de una cultura durante mucho tiempo reprimida? ¿El retorno a las raíces? En realidad, esta expectativa es completamente injusta en relación a los poetas, y a la larga, ridícula, por intentar etiquetar a la poesía. No vale la pena detenerse en la ya muy debatida pregunta si realmente existe una literatura indígena, o femenina, o colonial, o proletaria, o lo que sea. La poesía proviene de individuos, y refleja justamente la diversidad de voces que le dan valor. Sería injusto que un poeta, sólo por provenir de una determinada comunidad, tuviera la obligación de ser el portavoz de toda una cultura. De esa manera intenté iniciar la lectura con la única expectativa de leer autores nuevos, provenientes de una cultura casi desconocida para mí.

El resultado fue muy interesante. A pesar de la brevedad de la selección (algunos poetas están representados con apenas una o dos poesías) es posible apreciar el sello personal de varias voces singulares, con un tono vagamente conocido. La mayoría de los autores antologados escriben sobre su cultura, ya sea en directa alusión a la situación del pueblo maorí, o simplemente reflejando en su poesía la relación entrañable del pueblo maorí con la naturaleza circundante, y en especial con la tierra de los ancestros. Los poemas de Kiri Piahana- Wong o Kirsten Te Rito son un ejemplo de esto. Pero lo que más me entusiasmó de estos poetas no fue el tema de su poesía sino el carácter de su voz poética. Muchos de estos textos tienen un dejo de poesía oral muy interesante. A través de repeticiones, evocaciones, casi con estribillos o coros, adquieren un carácter de himnos u oraciones, estilo muy reconocible y relacionado con lo poco que conocemos de poesía indigena latinoamericana. Como Fiona Taler, presidenta de ALACIC, lo señala en la introducción, ”la cultura maorí tiene una rica tradición oral y la poesía es un vehículo natural para expresar ideas filosóficas complejas, a través de un lenguaje rico en metáforas e imágenes” (p. 6). Muchos de los escritores reunidos en esta antología trabajan en el área cultural, y varios de ellos como cantautores, lo cual demuestra lo ligados que están muchos de estos textos a la cultura oral: palabra, ritmo y musicalidad van mano a mano.

Un ejemplo son los poemas de Ngatai Huata (quien se define como ”canta-autora, compositora, escritora, poeta, artista de grabación, productora, asesora cultural”, p. 23). Sus textos poseen una musicalidad tan notable, que pueden ser percibidos, más que como poemas, como himnos, invocaciones y a veces hasta como mantras. Por ejemplo el bello poema ”Mana Wahine. A poem 1997” (p.27), escrito originalmente entretejiendo frases en maori y en inglés. Una combinación de menciones, invocaciones y exclamaciones dan al poema una fuerza que va más allá de la anécdota. Poema esencialmente lírico, sin una línea de narración pero que un poder de sugestión que permanece grabado en la memoria del lector.


Ngatai Huata


Kirsten Te Rito



En esta misma línea se ubica la poesía de Iriaka Stevens, quien paralelamente a su trabajo como Asistente de salud se define como ”Tohunga”, lo cual significa sacerdotisa maorí, práctica que realiza, a su decir, con discreción y en la mayoría de los casos sin ser observada. (p. 72). La poesía de Stevens combina también el idioma maorí con el inglés, y refleja una preocupación por la huella devastadora del hombre moderno en la tierra que compartimos. Sus textos expresan la búsqueda entrañable de la cultura maorí (al igual que muchas otras culturas indígenas) de una existencia guiada por la espiritualidad, una reconexión con los ancestros y las tradiciones familiares de las cuales la modernidad nos va alejando cada vez más.

La poesía de Stevens logra una fluidez en el lenguaje poético que la hace enormemente efectiva. La lectura en voz alta de estos textos, en maorí y en inglés, suena como plegaria, himno o cántico. Como buena poesía oral, logra entrar en un ”flow” donde palabra, ritmo, cadencia y repetición le dan un carácter muy especial. Ver poemas Rangi raua Ko Papa (p. 73), La encantadora de la tierra (p. 80-81) y La Arpía (una profecía para Papatuanuku, Tierra Madre) (p. 86), preferentemente en la versión en inglés y maorí (luego de leer la traducción al castellano). Quizás suene incomprensible que recomiende la lectura de un poema en un idioma, o quizás dos, desconocidos, pero eso responde en realidad a nuestro deseo, como lectores modernos, de una comprensión del texto aferrada a la anécdota. Pero si nos libramos de esa idea un segundo y leemos en voz alta la poesía (como escuchamos tantas canciones en idiomas desconocidos, disfrutando de la musicalidad del texto aunque no entendamos el significado de las palabras), experimentaremos una fuerza especial y una musicalidad muy poderosa en estos poemas.

En el caso de Kirsten Te Rito, el tema social, y el deseo expreso de trabajar por su comunidad, adquieren un carácter más ligado a la poesía de reivindicación social que en las poetas anteriores. Te Rito es una artista muy conocida en el ámbito de la cultura maorí. Ha grabado varios álbumes (el último de ellos, Aiotanga (Sencillez) exclusivamente en lengua maorí) y ha ganado varios premios por su labor artística. Los textos presentados en la antología son textos de canciones, reafirmando una vez más la relación entre palabra y música de la poesía maorí.


El valor de esta antología se acrecienta gracias a las sugerentes ilustraciones del artista y activista maorí Tame Iti, una figura reconocida tanto en el ámbito nacional como internacional, que merecería un presentación propia. Sus paisajes de carácter onírico presentan una simbiosis entre la naturaleza y el ser humano (representado en las innumerables figuras que simbolizan la comunidad, la tribu) sin duda muy características de la visión del mundo de la cultura que representa. Lamentablemente, apenas se hace mención a este artista en el volumen, y quedamos sin saber nada de las imágenes que se reproducen en la antología. Desde este punto de vista, Doce cielos presenta algunas carencias propias del trabajo hecho en forma ideal, con recursos limitados y sin la rutina existente de las editoriales establecidas. Un trabajo de corrección de pruebas hubiera eliminado varias de las pequeñas imperfecciones de la edición. Una presentación más exhaustiva de los escritores hubiese sido deseable, y los traductores han quedado relegados a una mención al final del volumen. Tampoco se menciona el idioma original en que los poemas han sido escritos. Si bien todos estos autores tienen sus raíces en la cultura maorí, por razones muy comprensibles no todos utilizan este idioma en su poesía. Una información más detallada de estas circunstancias hubiese sido deseable.

 
Tame Iti
Pero todas estas observaciones son insignificantes en cuanto al valor de la antología, que nos permite apreciar la riqueza y el carácter peculiar de una cultura tan poco conocida en el ámbito hispanoamericano. Desde este punto de vista, Doce cielos nos abre las puertas a un mundo nuevo, desconocido, fascinante. Si bien percibimos sólo un chispazo de la cultura original de Aotearoa/ Nueva Zelanda, es suficiente para aumentar nuestra curiosidad y el deseo de seguir profundizando en los autores originarios de este país. Una labor pionera y audaz de Letras Latinas Publishing House que merece ser difundida.

¡Arohanui, Letras Latinas!